Hace poco me pasó una de estas cosas extrañas que te ocurren en sitios extraños con personajes extraños.
Yo volvía de estudiar y perdí el metro, y tuve la mala suerte de esperar 7 minutos. Aproveché este tiempo para repasar filosofía, estudiando en voz alta. Pasó un señor que tenía alrededor de unos 50 años e hizo un ruido extraño con la boca. Ante esto yo me sorprendí y pensé que sería un loco.
Pero me ocurrió algo que no me esperaba, me volvía a sumergir en el estudio cuando de repente una voz me asalto con: ¿Qué estudias?
Vi delante de mí a ese señor que me había parecido un loco. Le respondí que Filosofía. Me preguntó que si estudiaba autores y yo le explique que no, que eso se estudiaba en segundo, que en primero estudiábamos cosas como qué es la filosofía, si es una ciencia, si es útil, la inmaterialidad del alma, etc.
Se interesó en preguntarme si para mí era útil o no la filosofía. Como lo había estudiado, no tuve problema en responderle. Le dije que era valiosa y no útil, ya que no te sirve para resolver ningún problema, e incluso crea más de los que soluciona. Y después le dije que tenía una parte útil que era la ética.
Después él soltó un par de comentarios sobre el tema y quedó conforme con lo que le había explicado. Para mi sorpresa era un señor que le apasionaba enormemente la filosofía y me animó a acompañarle los viernes al ateneo donde Agustín García Calvo impartía unas clases sobre filosofía. Según él era el mejor filósofo español.
Todo esto en 7 minutos, del metro. Llegó el metro y se despidió.
Me dejó con ganas de seguir charlando porque yo estaba ya un poco entusiasmado con el tema de conversación. Llegué a casa y busqué el nombre del filósofo y sus clases. Me llevé la sorpresa de que realmente existía.
De esto, saco la conclusión de no juzgar a la gente por tu primera impresión, y que cuesta diferenciar entre filósofos y locos.
Pablo O.
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