viernes, 11 de mayo de 2012

Un Dios de románticos

Un Dios de románticos:

Cuando uno pregunta cuál es la raíz del ateísmo predominante en nuestra sociedad, la respuesta suele coincidir: la ilustración francesa. Es obvio que la ilustración tuvo una influencia política, social y cultural espectacular, y sí que es cierto que muchas ideas relativas a la religión de la sociedad actual radican en los principios ilustrados. Sin embargo, la gente suele olvidar un movimiento que, a mi juicio, es más influyente hoy en día en lo que respecta a la religión que la propia ilustración: el romanticismo.

Siendo éste un movimiento tan sentimental, abierto a lo sobrenatural, parece claro que se abren las puertas a Dios de nuevo. Esto en parte es cierto, pero el problema es que esta religiosidad está mal entendida. Las puertas de lo sobrenatural se abren demasiado, de forma que Dios pasa a un segundo plano. Entonces se produce la ruptura con los valores tradicionales; se sustituye a Dios por un hombre "deificado", es decir, se sitúa al hombre, y a la naturaleza en lugar de Dios, debido a la continua exaltación de sus valores, tanto físicos como mentales.

Esto supone una total independencia de Dios; una separación. El hombre ya no necesita a Dios para ser feliz, todo lo necesario está en la naturaleza y en las propias facultades del ser humano. Si nos fijamos, la falta de religiosidad contemporánea no es una consecuencia de los fríos argumentos racionales de la ilustración en cuanto a la inexistencia de Dios, sino que es más bien reflejo de esa "deificación" humana romántica, ya que lo que encontramos no es gente que defiende la no existencia de Dios, aunque ateos teóricos nunca faltan, sino gente que simplemente vive como si Dios no existiera, que no le merece la pena ni tan siquiera planteárselo, ya que supone una incomodidad. Entonces es cuando el hombre quiere creerse autosuficiente, capaz de la felicidad por sí mismo.

Juan G.

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