domingo, 22 de abril de 2012

¡La peluquería, esa gran desconocida!

¡La peluquería, esa gran desconocida!:

Ese extraño lugar lleno de armas blancas (tijeras o cuchillas) que es ignorado por muchos y alabado por otros tantos. Personalmente intento no frecuentarla.

A veces es irremediable, llega un profesor y me dice: "tienes que pasar por la peluquería este fin de semana", entonces es cuando suelto un taco (que no pongo porque no tiene relevancia en la historia) y digo: "de esta no te libras macho, ya no puedes esperar más. O te lo cortas o te mandan a casa hasta que te lo hayas cortado".

Llega el sábado por la mañana, tengo que ir a ese sitio que aborrezco. Llamo para pedir hora y me dicen que lo tienen todo completo, pero que van a hacer un esfuerzo y cortármelo fuera de hora. Hasta la peluquería me da facilidades para cortarme el pelo, ¡es imposible escapar!


Y aquí estoy, en la peluquería, en la casa del enemigo, sentado, esperando a que me digan que me suba al potro de tortura para esquilarme cual oveja. Esto refuerza mi amor por las cabras, a las que no se suele esquilar...

Pensaréis que lo exagero mucho, todo tiene su razón: cuando era pequeño mi padre empuñaba la maquinilla de cortar el pelo, me sentaba y me lo intentaba cortar. Digo intentaba porque a menudo la maquinilla se atascaba ante la abundancia de pelo y se quemaba. Además en una peluquería de pueblo a la que fui (se había roto la maquinilla de mi padre) me metieron un miedo descomunal, porque cada vez que se acercaba la maquinilla a mi oreja me enseñaba el peluquero una oreja de goma que parecía una oreja real. Decía que se la había cortado a un cliente porque no podía pagar. Era un señor muy simpático...

Mi reflexión está en pensar si todos los traumas que se tienen de la infancia están originados en base a una no muy mala experiencia y una fuerte carga mental, o están basados completamente en una mala experiencia personal, sin que influya la mente.

Lo único bueno de esta horrible experiencia, al margen del caramelo que me dan tras la catástrofe, es que me vale para hacer una simpática entrada del blog.

José DBU.

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